Por: Ana Caballero
Durante mucho tiempo he estado involucrada en el tema de la alimentación. No sólo de mi familia, sino que ando de entrometida en la alimentación de las familias de mi comunidad. Primero por medio de la escuela de mis hijos y después por medio de mi blog.
Quisiera poder transmitir a muchas mamás la importancia de preparar la comida de nuestros hijos (por sencilla, rápida o práctica que esta sea). Quisiera poder compartirles lo indispensable que ha resultado para mi sentarme a la mesa con todos los miembros de mi familia. Indispensable, porque ahora que mi esposo y yo enfrentamos la adolescencia de nuestra primera hija, la mesa se ha vuelto una plataforma de conciliación y diálogo que sigue fomentando una sana relación.
Aunque con todas las actividades de 3 hijos, las mías y las de mi esposo, los tiempos en los que coincidimos últimamente alrededor de la mesa han disminuido. Sin embargo, nos aferramos a ellos como quien se aferra a un refugio cálido y acogedor en una noche fría. No importa que ya no desayunemos, comamos y cenemos todos juntos todos los días, pero los que estamos lo atesoramos y cuando logramos encontrarnos los cinco, lo disfrutamos mucho. Tratamos de hacer de ese momento algo especial. Y con especial no me refiero a llenar el lugar de globos y pasar horas preparando la cena. Nada exagerado ni con exceso de producción. Es especial simplemente por estar ahí reunidos.
Quisiera que todas pudieran disfrutar de convivir con sus hijos preparando el desayuno una mañana de domingo y platicar de cosas importantes de la vida o no tan importantes, pero que sin duda están construyendo un lazo invaluable. Y cuando tus hijos van a a la escuela o a la casa de sus amigos y con gran seguridad se apuntan para preparar las crepas, sabes que sembraste algo que les servirá para toda su vida.
Ahora que me invitan a escribir sobre el derecho de los niños a la alimentación, me doy cuenta de que mi trabajo de los últimos años realmente ha sido muy importante. En verdad, preocuparse por brindar una buena alimentación a los hijos no sólo tiene que ver con la comida. Es parte, incluso, de brindar otros derechos esenciales, tales como: el derecho a vivir en un medio ambiente sano y sustentable, y en condiciones que permitan su desarrollo, bienestar, crecimiento saludable y armonioso, derecho a disfrutar del más alto nivel posible de salud, derecho a una educación de calidad que contribuya al conocimiento de sus propios derechos y, basada en un enfoque de derechos humanos atendiendo a sus propias necesidades.*
Estoy convencida de que los adultos somos los principales facilitadores de todos estos derechos. He escuchado muchas veces que somos los responsables de lo que comen nuestros niños. Pero qué pasa cuando los adultos no sabemos lo que es adecuado para ofrecerles de comer a los niños. Durante mucho tiempo me he topado con que hay mucha desinformación o mala información alrededor de este tema. La industria de los alimentos procesados se ha encargado de educarnos en cuanto a lo que nos “conviene” comer. Que si fortificado con creci-zinc y forti-calcio es mejor o que si mejor ni te metas en líos de hacerlo tú, alguien más ya lo preparó por ti.
Lo cierto es que nos ha tocado una época muy difícil en la que no hay tiempo para nada y siempre hay disponible una opción pre-cocinada, empacada o industrializada para alimentarnos, que además es más barata y parece ser más divertida. No digo que nunca jamás se pueda hacer uso de estas opciones, pero no creo que sea buena idea que formen parte de nuestra alimentación regular. Yo voy más con un estilo de vida equilibrado, en donde no satanizo nada, pero cuido mucho lo que entra en mi casa. Trato de no “parecer” exagerada prohibiendo alimentos a diestra y siniestra. Pienso que lo prohibido puede despertar una curiosidad y un deseo innecesarios sobre la comida. Y sobre todo, predico con el ejemplo … No pido algo que no estoy dispuesta a hacer yo misma como comer vegetales. Y aunque yo no tomo refresco tampoco me escandalizo cuando mis hijos aceptan uno en una fiesta. En mi casa sólo agua, por favor.
Además, intento estar investigando constantemente, sin llegar a estresarme por las olas de información que hay en la actualidad. He aprendido a no hacerlo, porque una vez casi me quedo sin opciones para cocinar porque luego la onda es “todo-free”. O sea que todo hace daño. Hay muchas teorías sobre lo que es saludable y si le quieres hacer caso a todas, hasta tomar agua puede ser perjudicial.
Si quisiera hacer todo lo que se dice terminaría por hacer exactamente lo contrario de lo que quiero, que es formar un lazo familiar importante. Por ejemplo, hace poco mi hija quería hacer un pastel arcoíris para el cumpleaños de su hermano menor. Obviamente la idea de los colorantes me pone los pelos de punta. Pero, ¿te imaginas que habría pasado si le digo a una niña de 12 años que no puede por todo lo malo que son los colorantes? Quitarle su hermosa intención, ¿de verdad? Yo sigo protestando de manera silenciosa cada que hago un pastel y le pongo betún blanco, cajeta con nuez o nada. Mi hija, expresó algo importante para ella al ponerle 5 colores diferentes al pastel de su hermanito. Su cumpleaños, sólo pasa una vez en el año.
Intento que mis hijos tengan bien claro eso de “nada con exceso, todo con medida”. En casa, casi todo se cocina desde cero. Platicamos de lo que pienso que les conviene comer y tomar, pero no impongo nada. Y ahí ando, vigilante cuando puedo. No es una tarea fácil, pero es un reto que me he planteado. Es algo que le da sazón a mi tarea de ser mamá.
Por último, me gustaría contarles algunos de los beneficios que a mi me ha traído cocinarle a mi familia.
- He encontrado mi lugar en este mundo. Encontré una pasión que no sabía que tenía y es la cocina. He buscado en muchas partes esa pasión y hasta que me metí a cocinar de manera consciente la encontré. He pintado al oleo, con pasteles, acrílicos, sobre lienzos, paredes, techos y cerámica, aprendí a hacer repujado, sé tejer con agujas, gancho y le hago al bordado también. En fin, mi lado creativo ha estado muy estimulado, y me encanta todo lo que he aprendido, pero en la cocina me siento como pez en el agua.
- Mis hijos valoran mi esfuerzo por cocinarles. Me encanta cuando “piropean” mis platillos. Pero sobre todo, cuando me apoyan aún cuando la cosa no salió como esperábamos.
- Aprenden que todo lleva un proceso. Que las cosas importantes no se consiguen en un estante, al instante y por una cantidad de dinero.
- Los momentos alrededor de la mesa son invaluables. La convivencia que se genera durante una cena es increíble. Ha sido en pláticas en la mesa que me entero de muchas cosas que quizá no hubiera sabido jamás, por no haber propiciado el ambiente adecuado. ¡Hasta la palabra con X salió a colación en una comida alguna vez!
- Cuando los hijos se involucran en la preparación de la comida son momentos para gozar y disfrutar. Es una oportunidad más para compartir con ellos.
- Aumenta la autoestima. Saberse amados, protegidos y atendidos siempre le vendrá bien a los hijos. Cocinar para ellos sólo es una de las formas en las que podemos brindarles esto. Para mi es la forma más fácil, pero habrá a quienes se les facilite hacer otras actividades que ayuden a esto. Cualquiera que sea tu pasión, adelante, nuestros hijos nos necesitan ahí.
- Los hijos aprenderán sobre la vida. Las pláticas en la mesa no siempre serán “kids friendly”, pero de alguna forma se enterarán de cosas que les pasa a los adultos y aprenderán también cómo se resuelven o cómo no resolverlas. El vocabulario, las experiencias, los errores y aciertos de los adultos algún día les servirán.
- Además de ser un derecho de los niños puede ser un derecho de los padres. Cuando dejas de ver esto como una obligación puedes ver que nosotros también tenemos derecho a participar de las vidas de nuestros hijos. Cuando creas lazos en la cocina, recibes muchos beneficios. He aprendido tanto en el proceso que sólo me puedo sentir agradecida por tener este trabajo de proveer de buenos alimentos a mi familia.
“Food brings memories” (La comida evoca recuerdos) Es una frase que escuché en una película y que me hizo mucho sentido. ¿A quién no le trae recuerdos la comida? ¿Qué recuerdos queremos que tengan nuestros hijos en el futuro?
*Comisión Nacional de los Derechos Humanos
Ana, es mamá de 3 niños. Participó como voluntaria en el Club de la Alimentación del Colegio Formus. Escribe en el blog DeliciousHome en el que comparte historias y recetas de cocina. Estudió para Chef como segunda carrera y se dedica a dar talleres de cocina.
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