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Por Miguel Durán

 

El próximo 1 de julio se llevarán a cabo prácticamente en todo México las elecciones que han sido calificadas como las más grandes en la historia del país. Más allá de la estridencia y virtual omnipresencia de las campañas electorales, que sin duda pueden resultar abrumadoras para mucha gente, esta época representa una valiosa oportunidad para que los adultos mostremos a quienes aún no tienen la edad requerida para votar en qué consiste la democracia, cuáles son sus alcances y consecuencias, y todas las formas en que los ciudadanos podemos participar en este proceso.

Nos guste o no, los niños y niñas están expuestos sin remedio a la publicidad de candidatos y partidos políticos (además de memes, canciones, chistes, chismes y demás). Esta situación puede servir como pretexto para diversas enseñanzas o pláticas sobre lo que implican las elecciones presidenciales. Una pregunta habitual entre los pequeños será, muy probablemente, “¿Por quién vas a votar?” Si ya nos hemos decidido por un candidato o candidata, lo ideal sería responder explicándole al hijo o hija que formuló la pregunta cómo llegamos a esa resolución. El ejercicio es útil incluso, para que nosotros mismos razonemos de manera adecuada nuestro voto.

Por otra parte, además de la elección presidencial, que es quizá la que ocupa un lugar preponderante en las noticias, vale la pena recordar que este año se eligen también diputados y senadores, así como alcaldes y gobernadores en algunos estados del país. Y por primera vez en Nuevo León, habrá consultas populares para que la gente vote directamente sobre temas de una cierta relevancia en nuestra comunidad. Todo este proceso es, entonces, una oportunidad para aprender más sobre gobierno, política y cultura cívica, y como padres debemos asumir nuestra responsabilidad para formar a quienes en un futuro cercano determinarán el destino del país.

Una lección sobre democracia

A grandes rasgos podríamos establecer que, durante cada proceso electoral, los votantes debemos saber qué estamos eligiendo, informarnos a conciencia sobre los temas de relevancia en la agenda y tener acceso a las mismas oportunidades de sufragio como ciudadanos mexicanos sin ser objeto de trato preferente o excluyente por razones de clase social, credo, raza, ni orientación sexual.

            Las elecciones no representan a la democracia per se, son más bien la expresión más visible de un sistema democrático. De poco sirve votar por “A”, “B” o “C” si no estamos al tanto de los temas de la agenda; por ello, además de seguir las noticias conviene leer las declaraciones y propuestas de los candidatos en sus páginas web y redes sociales oficiales. Enterarnos de primera mano de lo que los candidatos proponen es fundamental para elegir de manera sensata, y de esta manera será más difícil que caigamos en las hoy muy famosas noticias falsas (“fake news”), y difundamos rumores que pueden tener desafortunadas ramificaciones en el actual mundo hiperconectado en el cual vivimos. Debemos inculcar con nuestro ejemplo la importancia de ser ciudadanos comprometidos y conscientes del poder de la información y, en consecuencia, evitar desinformar, agredir o calumniar.

Al estudiar las propuestas de todos los candidatos también vale la pena analizarlas y contrastarlas a detalle. Casi todos conocemos ese dicho de “Prometer no empobrece”. En un contexto político, esto significa que no basta conocer qué plantean los candidatos, sino que es, indispensable saber cómo lo lograran en caso de resultar electos. Todos los niños y niñas deben comprender que la agenda política no sólo es una lista de promesas y buenos deseos, y mucho menos una prerrogativa de los partidos y sus candidatos. Como ciudadanos, todos tenemos inquietudes, necesidades, preocupaciones y expectativas, podemos y debemos expresarlas y esperar que sean escuchadas. Si charlamos con nuestros hijos e hijas fácilmente sabremos qué temas les interesan más: seguridad, medio ambiente, salud, educación, en fin. Esto nos llevará a votar por aquellas propuestas que nos parezcan más factibles y productivas, o que más se acerquen a nuestros valores como familia.

¿Y si mejor no hablamos de política?

            Es común afirmar que “de política y de religión conviene no discutir”. En aras de la armonía a menudo se opta por abstenerse de entablar conversaciones sobre política, pero esto no tendría por qué ser así. Es cierto: demasiada gente se aferra a sus convicciones de una manera más que apasionada, irracional; casi nadie escucha o lee opiniones divergentes, que muevan a cuestionarse o a reflexionar y salir de la zona de confort. Al hablar de política a veces parece que no hay matices, que prevalece un maniqueísmo radical: los buenos y los malos, nosotros contra ellos. Es evidente que así se vuelve complicado intercambiar puntos de vista para construir un consenso informado. Sin embargo, el debate de ideas, críticas y propuestas en un marco razonable y respetuoso es un componente integral de una democracia.

En las reuniones en donde haya niños presentes no se deben de rehuir los temas políticos, sino más bien evitar el apasionamiento excesivo. Todos deberíamos de estar preparados para deliberar de una manera bien fundamentada, con convicciones, sí, pero también con argumentos más que con impulsos, miedos o meras emociones. Así daremos un ejemplo positivo y maduro, y mostraremos a los menores de edad cómo podemos entablar diálogos que sirvan para construir una sociedad más cívica y plural.

La participación de los pequeños ciudadanos

Para los niños y niñas, el hecho de no poder votar no implica que se encuentran al margen de la actividad democrática, sobre todo en el caso de los mayores, que ya pueden tener opiniones e incluso propuestas sobre los temas más importantes en la agenda política de su ciudad, estado o del país entero. El día de la elección puede ser una ocasión idónea para que nuestros hijos (o sobrinos, o alumnos) nos acompañen a sufragar; la experiencia de sentirse coparticipes en el destino de su comunidad y su país no es poca cosa, y deben de entenderla y vivirla de una manera entusiasta y constructiva.

            Las campañas electorales en México no son perfectas pero sí son perfectibles. No representan una desgracia ni un mal necesario; por el contrario, la oportunidad de intervenir en la construcción del futuro de la nación entera es muy valiosa y debemos valorarla, recordando que no todos los habitantes del mundo tienen este privilegio. De nosotros, como padres y madres de familia, depende en buena medida que los pequeños ciudadanos de hoy en día estén conscientes de esto y lleguen a ser auténticos demócratas, adultos responsables y comprometidos con su sociedad. Como ciudadanos tenemos el poder de cambiar muchas de las cosas que están mal en el sistema político mexicano, y con nuestra guía y ejemplo, nuestros hijos e hijas podrán hacer realidad un México más próspero y justo para todos sus habitantes.

 

Miguel Durán (Monterrey, 1974) es editor y traductor con más de veinte años de experiencia en medios de comunicación. Ha colaborado con artículos de opinión, críticas y reseñas en periódicos y revistas nacionales e internacionales como El Norte, La Tempestad, Luvina,y Literal, Latin American Voices. Tiene una Maestría en análisis político y medios de información por el Tecnológico de Monterrey y ha impartido cursos y talleres sobre temas relacionados con el arte y las humanidades. Actualmente es Coordinador de ediciones en el Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE).

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